Hacia el 4.000 a.C., algunas sociedades ubicadas en los valles fértiles de grandes ríos se hicieron más prósperas y complejas gracias a las condiciones geográficas que favorecieron el asentamiento de pueblos agricultores y ganaderos. Esto llevó a muchas aldeas neolíticas a transformarse en ciudades. Todas ellas tenían en común que surgieron a orillas de grandes ríos, como los casos de India en el valle del Indo, China en la cuenca del río Amarillo, Egipto en torno al Nilo o Mesopotamia entre el Tigris y el Éufrates.